14 agosto 2012

La inteligencia es la gran (des) conocida

Hace ya más de 100 años que el primer test de inteligencia (serio) vio la luz. Lo desarrolló un francés, Alfred Binet, publicándolo en 1905. El test apareció en un contexto nuevo para la época. Por aquel entonces Francia había decidido que todos los niños de entre 6 y 14 años debían estar escolarizados. A Binet le encargaron que  idease un método para colocar a los niños en diferentes clases en función de su capacidad.

Un siglo después, la inteligencia se ha convertido en lo que mejor sabe medir la ciencia psicológica. Aprovechándose de diferentes operaciones estadísticas y de miles y miles de pruebas realizadas en cada población del planeta, se han ido mejorando los test que la miden, adaptándolos a diferentes culturas y niveles socioeconómicos o de edad. Ninguna otra característica no visible, no medible directamente del ser humano, se cuantifica, ni de lejos, con tanta exactitud.

¿Pero qué es eso que sabemos medir tan bien? Según la Asociación de Psicólogos Americana, inteligencia es la:

habilidad de comprender ideas complejas, de adaptarse eficazmente al entorno, así como el de aprender de la experiencia, en encontrar varias formas de razonar, de superar obstáculos mediante la reflexión

Definida así, a día de hoy también se está más o menos de acuerdo en que inteligencia hay sólo una (se le suele llamar factor "g"). No hay inteligencias múltiples, como propone Gardner ni tampoco inteligencia emocional, de la que habla Goleman. Más bien se podría decir que de lo que hablan esos autores (el primero sin ninguna base científica y el segundo con alguna) es de capacidades. Pero como pusieron "inteligencia" en la portada de sus libros ahora son ostensiblemente más ricos y famosos.

Sí sabemos que la inteligencia es hereditaria. Mucho. Y que varía poco a lo largo de la vida. Tiene una base neurofisiológica que podemos traducir en la capacidad de interconectar y relacionar diferentes partes de nuestro cerebro. Algo que se realizaría desde una zona llamada corteza prefrontal, mucho más desarrollada en los humanos que en otros primates, siendo casi inexistente en la mayoría de los demás vertebrados (con excepciones, claro).

También está bastante comprobado que la inteligencia se relaciona, enormemente, con el éxito académico. Algunos estudios le llegan a otorgar más del 60% de la responsabilidad (siendo otros factores como la personalidad, el origen sociocultural, económico, etc. responsables del otro 30-40%). Con esas cifras en la mano, muchos críticos le dan la vuelta a la tortilla diciendo que los test de inteligencia no miden la inteligencia, sino la capacidad académica. Además se apoyan en que esos mismos niños que puntúan alto en los test, si fuesen tan inteligentes, una vez abandonado el mundo académico serían capaces de, siguiendo la definición dada arriba, adaptarse al mundo adulto y tener éxito. Y eso no ocurre tan a menudo (el estudio que mejor trata a la inteligencia como responsable del bienestar en la vida adulta no le otorga más del 20% de la responsabilidad!!).

Quizá sea verdad eso de que no se está midiendo bien la inteligencia. ¿Deberíamos abrirnos a la posibilidad de que haya más de una?

Como hemos visto antes, la inteligencia es lo que mejor hemos aprendido a medir. Supongamos que eso es cierto. ¿Qué puede estar ocurriendo para que se dé tal cambio al llegar a la edad adulta? ¿Por qué la gente inteligente no triunfa -tanto- en la vida? ¿Se requieren otra serie de habilidades? Sin duda. ¿Se les puede llamar inteligencia a esas habilidades? No. ¿Son las personas inteligentes menos capaces de desarrollar esas habilidades? Al contrario. La inteligencia es una capacidad que engloba a cualquier aprendizaje. ¿Qué ocurre entonces?

Pensemos en el lugar en el que podemos "encontrar" la inteligencia: el cerebro. Sabemos que el cerebro humano es el que más tiempo tarda en adquirir todo su potencial. Por ejemplo: un mono de 2 años tiene las mismas o más capacidades cognitivas que un niño de 2 años. La diferencia es que el mono apenas podrá adquirir más porque su cerebro ya no se desarrollará a partir de esa edad y el cerebro del niño seguirá haciéndolo hasta, a veces, bien entrada la veintena.

¿Y qué hace el cerebro mientras se está desarrollando, hasta esa veintena de años? Adaptarse al ambiente en lo posible. ¿Y cuál es el ambiente al que se tiene que adaptar un ser humano hasta llegar a la veintena? Principalmente, al escolar. Por eso existe esa enorme correlación entre inteligencia y éxito académico. Porque mientras nuestro cerebro se desarrolla, lo que más le exige es lo académico. Y también por eso, al abandonar ese ámbito, muchos de los niños más inteligentes se encuentran perdidos. Su cerebro se ha adaptado a un mundo que, de repente, ya no existe.

Porque, durante años y años, los profesores, los padres y la sociedad en general, han premiado a los niños que sacaban buenas notas y resolvían las tareas académicas. Con lo cual esos niños no se necesitaban buscar recompensas de otro estilo: ya tenían todas las que precisaban. En cambio, niños menos inteligentes, al no recibir las recompensas académicas, dadas en exclusiva a los primeros de la clase, se ven forzados a buscarlas en otra serie de capacidades: habilidades sociales, deporte, arte, etc. Capacidades que los más inteligentes no tocarán pues no las "necesitan" para tener éxito cuando son jóvenes.

¿Qué ocurre cuando llega la veintena? Que todos, sin excepción, han de salir al mundo real. Cada uno con las habilidades que su cerebro haya fortalecido hasta entonces. Cuando los que sólo han fortalecido las académicas se encuentran con el nuevo panorama su cerebro ya no es, ni mucho menos, tan flexible. En cambio, los demás, que se dispersaron más, puesto que no obtenían suficiente recompensa con sus logros académicos, estarán mejor preparados.

De todo esto se desprenden varias cosas:

  • la inteligencia es como la altura, el color de ojos, los padres... te ha tocado la que tienes. Hay que aceptarlo y sacarle el máximo provecho. Como al resto de tus características inamovibles.
  • la inteligencia, dentro del modelo académico actual, se utiliza en demasiados pocos ámbitos. No se enseñan metódicamente, como se pueden enseñar otra materias, habilidades sociales, empatía, arte... Y si se enseñan se hace minusvalorándolas. Si esto cambiase tendríamos que las personas más inteligentes, al igual que el resto, estarían mucho mejor preparadas para servir a la sociedad, lo cual redundaría en beneficio de todos. 
  • la inteligencia, como capacidad para enfrentarse a situaciones nuevas,  no se utiliza en casi ningún ámbito una vez abandonado el mundo académico. Porque la mayor parte de la sociedad no estaba dentro del reducido grupo que obtenía las alabanzas continuas de los profesores. Y como no las obtenían, no desarrollaron su inteligencia para enfrentarse a problemas complejos.
  • desde las escuelas se está premiando continuamente la inteligencia y no el esfuerzo. Con ello conseguimos gente inteligente inadaptada y gente no tan inteligente que no rinde lo que podría porque los docentes les dejan de lado. Gente inteligente a la que le encanta pensar en abstracto y gente, el resto, que aborrecen hacerlo. 

Lo más curioso de todo es que las personas inteligentes no necesitan apenas a los profesores. Captan las estrategias de aprendizaje al vuelo. Y los que no lo son tanto mejoran ostensiblemente si los profesores se esfuerzan en enseñarles estrategias de aprendizaje. Pero los profesores se sienten mejor pensando que la responsabilidad de que los alumnos buenos vayan bien sea suya. Y, de la misma forma, prefieren pensar que los que no van tan bien no tienen remedio.

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